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ABRAHAM RIVERÓN.

Como el blanco a la entraña.

8 de septiembre al 3 de noviembre de 2023.

El próximo viernes, 8 de septiembre de 19:30 h. te invitamos a la inauguración de "Como el blanco a la entraña", del artista Abraham Riverón.

Abraham Riverón (Santa Cruz de Tenerife, 1988) graduado en Bellas Artes y Arquitectura Técnica. Artista y curador interesado en la relación del poder y su representación a través de la imagen, el paisaje, la arquitectura, la memoria, los cuerpos y la sexualidad con respecto a acontecimientos de dominación. Su trabajo gira en torno a la recuperación de los saberes subalternos, la puesta en valor de la memoria local, y la creación de contra-archivos domésticos e instalaciones como forma de manifestación respecto al territorio, la historia y la identidad.

Como artista ha participado en exposiciones entre las que destacan Concretos (MUSAC, TEA), Black (Fundación Francis Naranjo), Atlánticas Colectivas (COAC), Piedra papel tijera (BIBLI), Como ningún lugar en la Tierra (TEA), Espacio CV (CAAM), Investigación Artística (convento de Santo Domingo) además de la itinerancia acciones Crónicas Militares (Solar Acción Cultural), la performance Cadáveres en la mocheta (TEA) o la residencia artística con el proyecto Argamasa (Fundación Martín Chirino). Cofundador y miembro de la Asociación Cultural La Limonera (Santa Cruz de Tenerife) además de coordinador de la sección de arte del Ateneo de La Laguna desde 2019.



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En un camino rutinario hacia un lugar de trabajo, el artista se percata de un local cerrado, tapiado en su parte baja. En la planta alta las persianas de lamas cubren todas las ventanas impidiendo ver el interior pero dando la posibilidad a la vez de entender el sentido de ese espacio de forma simbólica. Esas mismas persianas también estaban en su lugar de trabajo de destino. La significancia contextual de ese objeto y su connotación empieza a construir en la mente de Riverón la imagen de una columna de persianas de oficina que se acaba convirtiendo en una de las obras de Como el blanco a la entraña. Esa imagen genera en el artista el inicio de una serie de cuestiones sobre la propia imagen y las relaciones entre los espacios, la violencia y la asociación cognitiva de la deconstrucción de la misma. Si pensamos en la etimología de la palabra trabajo tenemos que irnos al latín, al tripalium. El tripalium era una estructura hecha con tres palos en la que se amarraba a los esclavos para ser torturados; de esta forma la relación de la palabra trabajo con el tripalium se establece desde la idea de sufrimiento, de dolor sostenido, para que un individuo realice una acción sobre la que no tiene agencia, que está obligado a cumplir y que mantiene el Status Quo. Una violencia funcional que sostiene un sistema. Ese mismo instrumento es usado comúnmente en el ámbito del BDSM desactivando la idea de castigo hacia la sexualidad desde prácticas socialmente rechazadas. La cadena alegórica me lleva a pensar en el cuerpo de pensamiento del filósofo René Girard, prolífico en su análisis sobre el origen de la violencia en las sociedades contemporáneas. Girard establece que la violencia es el germen del que nacen las sociedades, pero también en relación al deseo como mecanismo, en su teoría del deseo mimético. Ese deseo de tener lo que no se tiene se convierte en un mecanismo de violencia sistémica en el capitalismo; desear lo que tiene el otro, desear al otro desde una imagen construida, un deseo nunca satisfecho. Lo que nos hace preguntarnos qué es la violencia.

Abraham Riverón en Como el blanco a la entraña se adentra en una reflexión sistémica sobre la violencia: la definición de la misma tanto desde quién la ejerce, quién la controla, quién la recibe, quién es testigo de la misma, quién la revierte y cómo se codifica desde una serie de obras que se despliegan como imágenes multidisciplinares, navegando entre la sutileza y la brutalidad en una experiencia sensorial de asociación. El trabajo de Riverón nos presenta un espacio donde la vivencialidad de las obras y la asociación de materiales que las forman nos plantean un amplio entramado sobre la estética de la violencia y del deseo, entendiendo de forma brillante que la violencia es difícilmente transitable desde la palabra, pero no desde la percepción sensorial. Riverón despliega una exposición donde la violencia es un espectro de rango, planteando una serie de intervenciones en el espacio de forma escenográfica utilizando la propia sala de la galería como un elemento material más, con obras que juegan con la asociación y el contexto de los materiales que las forman, pero también con los cinco sentidos. El artista nos propone repensar los aspectos estéticos que parten del sistema arte; el cubo blanco, la iluminación, la limpieza o la performance como códigos indivisibles de la forma en la que se ha refinado la violencia en diferentes ámbitos para que la consciencia de ella sobre nosotres mismes sea un entorno diluido, complejizando su rastro; el minimalismo gris de una oficina, el olor a zotal tras limpiar los restos de sangre en un matadero, la gama de color tanto en una carnicería como en un hospital, las cámaras de vigilancia sobre los cuerpos o los cuerpos como elemento de consumo.

La exposición es por tanto un entramado simbólico para transitar lo indecible pero sí reconocible. Un recordatorio poderoso de que el arte está intrínsecamente vinculado a la sociedad en la que se crea y consume la violencia, pero funciona como un catalizador cognitivo para reformular y plantear preguntas de difícil respuesta sobre nuestro lugar en ella. Abraham Riverón nos lleva más allá de la experiencia expositiva incitándonos a reflexionar sobre nuestras propias percepciones, deseos y anhelos en un mundo complejo y a menudo conflictivo. A medida que exploramos las conexiones entre las estrategias estéticas del arte y su explotación en la sociedad de consumo, somos desafiados a ser más críticos y conscientes de cómo las imágenes moldean nuestra comprensión del mundo, de nosotres mismes y de nuestra responsabilidad sobre él.

La exposición es por tanto un entramado simbólico para transitar lo indecible pero sí reconocible. Como un recordatorio poderoso de que el arte está intrínsecamente vinculado a la sociedad en la que se crea y consume la violencia, pero también funciona como un catalizador cognitivo para reformular y plantear preguntas de difícil respuesta sobre nuestro lugar en ella. Abraham Riverón nos lleva más allá de la experiencia expositiva incitándonos a reflexionar sobre nuestras propias percepciones, deseos y anhelos en un mundo complejo y a menudo conflictivo. A medida que exploramos las conexiones entre las estrategias del arte y su explotación en la sociedad de consumo, somos desafiades a ser más crítiques y conscientes de cómo las imágenes moldean nuestra comprensión del mundo, de nosotres mismes y de nuestra responsabilidad en él.

Raisa Maudit.

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