CADA DÍA ME PAREZCO MÁS A MI PADRE.
Juana Fortuny · Jorge Ortega.
16 de junio al 31 de julio de 2018.
Nada se parece más a nosotros que lo que odiamos, no hay nada que nos defina de una manera más precisa que el modelo al que nos enfrentamos, aunque sólo sea por contraste.
Madurar es aceptarlo y al mismo tiempo ser capaces de vivir en otras pieles, de transformarnos para que así se pueda producir la metamorfosis final. El verdadero progreso empieza por asumirse, por lo tanto es necesario reconciliarnos con nuestras contradicciones.
Nada se parece más a nosotros que lo que odiamos, no hay nada que nos defina de una manera más precisa que el modelo al que nos enfrentamos, aunque sólo sea por contraste.
Madurar es aceptarlo y al mismo tiempo ser capaces de vivir en otras pieles, de transformarnos para que así se pueda producir la metamorfosis final. El verdadero progreso empieza por asumirse, por lo tanto es necesario reconciliarnos con nuestras contradicciones.
El pensamiento es complejo y errático, y del mismo modo que la mirada necesita del movimiento para hacer categorías, para poder pasar del primer plano al plano general y en un segundo al detalle insignificante, de ese mismo modo, el lenguaje plástico nos permite también clasificar todos esos tanteos organizándolos, dándoles prioridades sobre una superficie, o un espacio.
La pintura es un subterfugio para cuestionar la realidad, capaz de dotarla de razones poéticas y críticas. Ocultamos pintura con pintura para mostrar pintura, como si fuera un proceso infinito y de continua autoreferencia.
Estamos ante dos artistas maduros, Juana Fortuny y Jorge Ortega, capaces de asumir posiciones en el arte que en la juventud resultan extrañas. El joven necesita formar parte de un grupo, de mayores asumimos que la única realidad es la soledad y por lo tanto no tenemos miedo a seguir senderos poco transitados, lejos de las referencias de éxito.
En “Cada día me parezco más a mi padre” los artistas se reconocen y reconcilian con sus modelos y son capaces de ficcionalizar sus realidades para pensar libremente y expresarse bajo dos lemas: ser ambiciosos y al mismo tiempo asumir el fracaso como única meta. En realidad es una reconciliación con la muerte dejando detrás un jardín sembrado de flores silvestres.
Carlos Rivero